Durante los últimos años la industria de las telecomunicaciones ha experimentado un gran despliegue de infraestructura de red en Latinoamérica. Prueba de ello es que, según BNamericas, se estima que habrá 62 millones de accesos 5G en la región, tres veces más que al cierre de 2022. Una situación similar se observa en el caso de la fibra óptica. Según el FTTH Latam 2023 de la Fiber Broadband Association, la cantidad de suscriptores de FTTH pasó de 2 millones en 2013, a 66 millones en 2023.
¿Que podría venir después del Cloud y 5G?
Además, el desarrollo en transmisión óptica de alta capacidad ha permitido conectar Latinoamérica con el resto del mundo a través de iniciativas de cables interoceánicos. Estos son los casos de AMX-1, BRUSA, Curie, Firmina, Monet y Seabras que unen a la región con Estados Unidos o proyectos como EllaLink, Mistral a Centroamérica y Humboldt que conectan al continente con Europa, Centroamérica y Asia respectivamente.
Sin embargo, la transformación digital no solo está relacionada con la transmisión de datos o acceso a internet, piedra angular del proceso que se está llevando a cabo hoy en día en la región, sino también con la capacidad de reducir sistemáticamente la latencia a los servicios en tiempo real, abriendo así nuevas oportunidades y aplicaciones que alguna vez fueron solo parte de la ficción, como las cirugías a distancia, la realidad virtual, control remoto de maquinaria o vehículos y el desarrollo de Smart Cities.
Para lograr esto, las operadoras móviles están cambiando su arquitectura de red para optimizar el flujo de los datos en el territorio, adoptando la evolución del Cloud Computing: el Edge Computing. Gracias a la distribución geográfica del cómputo, la red y el almacenamiento, el tráfico se mueve a menores distancias lo que habilita que las aplicaciones de red sean en tiempo real, un aspecto fundamental cuando se requiere una respuesta en pocas milésimas de segundo.
Al tema de la latencia se suma otro factor importante que cada vez se vuelve más relevante: la seguridad. El almacenamiento de datos se encuentra actualmente concentrado en grandes data centers compartidos que alojan la información de empresas, instituciones y gobiernos de todo el mundo. Esta situación representa un gran riesgo en caso de una vulneración del sistema, situación que ya ocurrió recientemente en Latinoamérica, donde la vulneración de un solo datacenter afectó a cientos de empresas, lo que es muy atractivo para los hackers. Estos nuevos riesgos que se están presentando han levantado el dilema respecto a la gobernanza de dichos datos y la legislación bajo la cual se encuentran.
Justamente, la descentralización del Cloud hacia el Edge ofrece una solución a este problema, ya que permite la compartimentación de la información, a la vez que provee proximidad hacia los usuarios, sin aumentar los costos, y asegurando que las organizaciones operen sus aplicaciones bajo sus respectivas legislaciones, y en tiempo real.
La consolidación del Cloud computing en varias industrias ha contribuido a la reducción de costos y menor time-to-market. Por este mismo motivo, ahora necesitamos pensar, no solo en la calidad de las aplicaciones actuales, sino que también en aquellas que aún no podemos desplegar, y que requieren que la Red sea más que solo transmisión de bits.